jueves, 2 de octubre de 2008

Dulce Levedad del ser


Pagó, salió del restaurante y se puso a pasear por las calles, lleno de una melancolía que se hacía cada vez más hermosa. Había pasado siete años de su vida con Teresa y ahora comprobaba que aquellos años eran más hermosos en el recuerdo que cuando los había vivido.

El amor que había entre él y Teresa era bello , pero tambien fatigoso: tenía que estar permanentemente ocultando algo, disfrazándolo, fingiendo, arreglándolo, manteniéndola contenta, consolándola, demostrando ininterrupidamente su amor, siendo acusado por sus celos, por su sufrimiento, por sus sueños, sintiéndose culpable, justificándose y disculpándose. Aquel esfuerzo había desaparecido ahora y permanecía la belleza.

Se acercaba la noche del sábado, por primera vez paseaba solo por Zurich y aspiraba el perfume de su libertad.Detrás de cada esquina se escondía la aventura. El futuro había vuelto a convertírse en un secreto.Su vida de soltero le había sido devuelta, una vida para la cual antes estaba seguro de haber nacido, seguro de que era la única que le permitía ser tal como de verdad era.

Hacía ya siete años que vivía atado a Teresa y cada uno de sus pasos eran observados por los ojos de ella. Era como si le hubieran atado al tobillo una bola de hierro. Su paso era ahora, de pronto, mucho más ligero. Casi flotaba. Se hallaba en el campo mágico de Parménides:

Disfrutaba de la dulce levedad del ser.


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